Los menores mueren todos los días víctimas de un conflicto que lleva más de un año. La desnutrición, el caso de Udai Faisal y la otra «Siria» de Medio Oriente.
El bebé nació en guerra, aún cuando los aviones acabaron con su poblado en Yemen. Cinco meses después, Udai Faisal murió por esa guerra. Su esquelético cuerpo se quebró ante la desnutrición, sus miembros como ramas, sus mejillas hundidas, sus ojos secos. Vomitó un líquido amarillo de su nariz y su boca. Y luego dejó de respirar.
«No lloró y no había lágrimas, simplemente estaba rígido», contó su madre, Intissar Hezzam. «Grité y me desmayé».
La explosión de hambre ha sido la consecuencia más horrorífica desde que la guerra de Yemen comenzara cuando los chiítas se levantaran en la capital y Arabia Saudita y sus aliados, respondieran con una campaña de ataques aéreos y un bloqueo naval hace un año. La empobrecida nación de 26 millones de habitantes, que importa el 90 por ciento de su comida, tiene uno de los más altos índices de desnutrición en el mundo, pero durante el último año las estadísticas han dado un salto.
El número de personas consideradas en riesgo de desnutrición -incapaces de poner comida sobre la mesa sin ayuda externa- pasaron de 4.3 millones a más de 7 millones, de acuerdo con el World Food Program. Diez de las 22 provincias están a un paso de la hambruna. El número de niños debajo de los cinco años con desnutrición pasó de 690 mil a 1.300.000.
Los números exactos de aquellos que murieron por desnutrición son desconocidos, desde que la mayoría de los yemeníes no está en condiciones de recibir ayuda apropiada. Pero según un informe del martes de Unicef, al menos 10 mil niños debajo de los cinco años murieron de enfermedades prevenibles el último año por el colapso en los servicios de salud. «La escala de sufrimiento en el país es asompbroso», señaló el organismo en su reporte y agregó que la violencia «tendrá un impacto en las generaciones futuras».
La coalición saudita lanzó su campaña el 26 de marzo de 2015, para evitar el avance de los rebeldes chiítas conocidos como houthis, quienes tomaron la capital, Sanaa. La marcha houthi fue detenida. Pero mantienen aún Sanaa y el norte del país.
Los bombardeos y la lucha en el terreno ya se cobró la vida de 9 mil personas, incluidos más de 3.000 civiles, de acuerdo con la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Más de 900 niños han sido asesinados y otros 1.300 heridos. El 61 por ciento de ellos durante ataques aéreos, según Unicef.
Alrededor de 2.3 millones de yemeníes han abandonado sus casas. Los bombardeos han destruido casas, caminos, escuelas, granjas, fábricas y estaciones de agua. El bloqueo naval ha complicado el ingreso de comida y suplementos.
La distribución de la poca comida que ingresa -en un país que apenas la produce- se complica por la falta de combustible, el estado de las rutas y el rechazo a los conductores de camiones de ingresar en zonas de batallas.
El destino de Udai ilustra los múltiples factores, todos exarcebados por la guerra, que llevan a la muerte de un niño.
Su familia vive de la pensión del padre de Udai, Faisal Ahmed, quien es veterano del ejército. Son alrededor de 200 dólares al mes para él, su esposa y nueve otros hijos que van de los 2 a los 16 años. Suele trabajar como constructor, pero ese oficio en tiempos de guerra desaparece. Con los precios de la comida aumentando, la familia compe una vez al día, por lo general yogur y pan, guiso un buen día.
El día que Udai nació, los bombardeos buscaban destruir una base de los houthis en el distrito de Hazyaz, en el sur de Sanaa. Uno impactó sobre la casa de una habitación donde la madre del pequeño estaba con trabajos de parto. «Ella gritaba y pariendo al bebé cuando el bombardeo impactó contra el lugar», contó el padre.
Durante 20 días, Hezzam amamantó al recién nacido, pero su leche se detuvo, también por su mala alimentación. Hasta poco antes del nacimiento, la mujer debía buscar leña para alumbrar y calentar su casa. La luz eléctrica desapareció desde el comienzo de los ataques aéreos. «Iba todos los días a lugares lejanos a buscar madera y luego traerla a casa sobre mi cabeza», añadió.
La familia incurrió en leche de fórmula para alimentar a Udai, pero no siempre estaba disponible o podían comprarla. Por eso, algunos días Udai tomaba fórmula y otros agua con azúcar. Los camiones de agua ocasionalmente llegaban al lugar. En el último año la cantidad de personas que no pudo acceder a agua potable pasó de 13 millones a 19 millones.
A los tres meses Udai sufría de diarrea. Su padre lo llevó a una clínica local, pero no tenían remedios o no podía comprarlos. Finalmente, el 20 de marzo, lo llevó a la sección de emergencia del Hospital Al-Sabeen. Udai sufría ahora de desnutrición, diarrea y de infección en el pecho, dijo Saddam Al-Azizi, cabeza de la unidad de emergencia. Le dieron antibióticos y una suero a través de la nariz.
El 22 de marzo, AP tuvo contacto con Udai en el hospital. Sus brazos estaban convulsionadas, sus piernas paralizadas, su cara demacrada y pálida. Cuando lloraba, estaba demasiado deshidratado para provocar lágrimas. A los cinco meses, pesaba 2.4 kilogramos.
Dos días después, sus padres lo llevaron a su casa. Su papá indicó que fue porque los médicos le dijeron que no había esperanzas y él creía que el personal no le estaba dando el tratamiento adecuado. Al-Azizi dijo que sospechaba que lo hicieron porque no podían afrontar las medicinas. La hospitalización es gratuita, pero como los remedios escasean deben pagar por ellos. «Fue un error sacarlo de aquí», manifestó. El tratamiento requiere tiempo.
En los primeros tres meses del año, alrededor de 150 niños con desnutrición fueron atendidos en el hospital Al-Sabeen. Representaba el doble que el año pasado. Alrededor de 15 murieron, sin contar a Udai.
Algunos padres se acercan desde partes remotas del país. Una mujer describió cómo caminó cuatro días desde su villa en la montaña a las afueras de Sanaa, llevando su demacrada hija, quien a los dos años pesaba sólo cuatro kilogramos.
Mohammed Ahmed llevó a su hijo allí desde Ibb porque en el hospital de ese pueblo no tenían medicamentos. Condujo 150 kilómetros a través de bases rebeldes atacadas por la coalición. Después de 15 días en el hospital, su pequeño de 10 meses ahora pesa 3.5 kilogramos.
La coalición saudita permite vuelos humanitarios que traigan remedios y suplementos médicos, tanto como comida y agua. También barcos con idéntico cargamento en el puerto de Hodeida, el más cercano a la capital. Pero distribuirlos por el país es difícil. Antes de la guerra la infraestructura era pobre. Ahora más. Los conductores temen ser víctimas de los rebeldes o de los bombardeos.
Udai duró apenas tres horas en su casa. Ahmed, su padre, dijo que odiaba a Arabia Saudita por la muerte de su hijo. «Esto es antes de la guerra», dijo alzando a Shehab, su hijo de dos años, mostrando la diferencia de un hijo nacido antes del conflicto armado y después.
Enterraron al bebé al pie de unas montañas cercanas. Su padre leyó el Corán sobre la pequeña tumba marcada con rocas, recitando: «De Alá dependemos».
Infobae