Se suele decir que el perro es el mejor amigo del hombre. ¿Pero qué pasa si ese hombre o esa mujer trabaja todo el día, vive en un departamento pequeño y al no tener pareja –o al menos, no convivir con una – no posee ayuda con el cuidado de la mascota? La respuesta que parece combinar a la perfección estas cuestiones pragmáticas con el acto de dar amor a un animal parece ser adquirir un gato, que en palabras de muchos adoptantes, “dan menos trabajo porque no hay que sacarlos a pasear, son más económicos de mantener, pueden permanecer solos por horas”. Pero a la vez, aunque no tengan la buena fama de los canes, son juguetones y excelentes compañeros. Al menos así lo indicaron a DocSalud.com veterinarios y psicoanalistas que trabajaron el tema, pero principalmente los dueños que aprenden de sus animales cada día.
El porqué detrás de las razones
“Prefiero los gatos porque son silenciosos, no molestan cuando vienen visitas, dan el cariño necesario sin ser pesados, son bastante inteligentes, no tienen un tamaño excesivo ni son torpes como para romper cosas”, indicó Alejandro, de 32 años, quien comparte con su gato Nefusto su departamento de Belgrano y encontró más de una razón cerebral para su elección.
Gabriel, de 28 años, quien vive en San Cristóbal con su gato Gandhi dijo que siempre le gustaron los animales, pero por sus ocupaciones no disponía de tiempo para tener un perro y sacarlo a pasear varias veces por día. “Cuando cuidé por un mes el gato de una amiga, me empezaron a gustar y justo cuando la idea de adoptar uno rondaba en mi cabeza, un amigo me avisó que una gata callejera había tenido crías y las había dejado de amamantar. Entonces me llevé al gatito que parecía más independizado de sus hermanos”, compartió.
Anahí, de 30 años, se hizo cargo de Tania luego de que una amiga suya la había rescatado de la calle. Ahora conviven en su departamento de Balvanera. “Nunca había tenido gatos pero, la acepté, y aunque no medité demasiado mi decisión, hasta el día de hoy la elijo y me hace muy bien. Desde 2009 me acompañó en varias mudanzas. Además siento que los gatos se parecen a sus dueños porque adoptan maneras de uno. Yo, por ejemplo, no soy de esas personas muy pegote y mi gata también es arisca y un poco desconfiada. Obvio que luego de conocerte se relaja pero suele mantener una distancia prudencial”, relató.
Las múltiples razones suelen coincidir con los motivos que ven los veterinarios día tras día en sus locales Es el caso de Ariel Marino, quien dice que los gatos son elegidos por las personas que trabajan varias horas ya que “son mucho menos demandantes, no necesitás sacarlos a pasear y además, son limpios, se asean solos y hacen sus necesidades en las piedritas, que ahora vienen aromáticas y no requieren ser cambiadas con tanta frecuencia”.
Además, según el veterinario, tener un felino resulta más económico que un perro, porque no necesitan ni del baño ni del corte de pelo y comen menos. “Además es raro que se enferme un gato joven, los problemas aparecen después de los 9 años, mientras que el perro está mucho más expuesto a contraer algún mal cuando sale a pasear o a tener accidentes”, agregó.
Para la psicoanalista Any Krieger, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) la mascota ocupa un lugar de gran relevancia en la actualidad ya que “en épocas en que los vínculos son inestables, sin compromisos o bien ´líquidos´ en palabras del sociólogo Zygmunt Bauman, el ser humano busca dar y recibir amor, y la compañía de una mascota brinda la posibilidad de sostener un lazo amoroso más allá de lo humano”.
Si bien no se arriesga a vaticinar si los gatos son o no los preferidos de los solteros, Krieger sí sostiene que el gato puede quedarse solo muchas más horas, y en una época vertiginosa en la que el tiempo no alcanza, “ocuparse de un perro demanda más dispersión de energía y dinero”, por lo cual los felinos pueden convertirse en una opción interesante para aquellos que no conviven con una pareja.
Consultada sobre la idea de si quienes buscan a los gatos por ser menos demandantes puede asociarse con no haber formado una pareja para no afrontar otro tipo de demandas, Krieger sostuvo que puede que haya una parte del inconsciente que pese a la hora de elegir un felino, pero que no se debe generalizar.
Más allá de esta idea, para la psicoanalista existen otros factores que determinan la elección de un gato. Muchas veces el motivo es fortuito, porque la persona rescata al animal de la calle. Pero también se juegan las preferencias, como por ejemplo, la de la gente que se crió con gatos.
Este es el caso de Leticia de Colegiales, de 34 años, quien siempre le gustaron los felinos por haberlos tenido en su casa natal. Hoy, convive con su gato Benito. “Cuando me mudé sola, me tentaba la idea de tener uno pero también me parecía mucha responsabilidad. También pensaba en que la casa estaría más desordenada y mis muebles, destruidos. Pero cuando lo vi a Benito en una veterinaria, a sus dos meses, lo adoré y decidí adoptarlo. Pese a que todos dicen los gatos son ariscos o egoístas comparados con los perros, el mío es todo lo contrario: compañero, le encanta conocer gente nueva y es muy gracioso. Todo lo negativo que le veía al hecho de tener gato no tiene punto de comparación con la alegría que te genera: se te va el malhumor cuando lo ves y le perdonás todo, aunque un día me arruinó una notebook”, indicó.
Los que erradican un abanico de prejuicios
Tal vez porque ocupan menos espacio, están quienes adquieren más de un felino. Por ejemplo Daiana, de 35 años, quien convive en su departamento de Boedo desde hace pocos meses con los hermanos Merlotito y Feli. “En un principio iba a adoptar uno solo, pero me quedé con los dos para que se hagan compañía cuando estoy fuera de casa. Son mi cable a tierra y la mejor opción cuando vivís sola, porque son súper independientes”.
Otro que se animó a tener más de un gato es Leandro, de 30 años, quien vive en Belgrano con sus tres bengalíes: Beren, Luthien y su cachorro Dior, llamados así por personajes de El señor de los anillos. Si bien sabe que existen los prejuicios de los “locos de los gatos” o bien están los que consideran a la mascota femenina, no les tiene miedo. Incluso, dice tener más éxito con el sexo opuesto. “Estos bichos parecen estar entrenados para levantar mujeres: se les suben encima, se ponen en modo peluche. Estoy seguro que más de una volvió más por ellos que por mí”.
Otras que le hace frente al prejuicio de “la soltera joven que vive con un gato en un departamento chico” es Anahí, pero decide hacerse cargo de ellos con humor: “Soy soltera, casi profesional, vivo sola, soy económicamente independiente, me psicoanalizo y ¡tengo gato! Seguro que entro en un estereotipo. Una vez leí un tuit que decía que ´las minas con gato no se dan cuenta que espantan a los hombres´, y, capaz que sí, porque somos felices así y eso pone al hombre y a la sociedad toda en un lugar de desconcierto e inseguridad respecto a las solteras con gato, a nuestra libertad para seguir así un buen tiempo más allá de los mandatos”, dijo.
Por otra parte, a principios de este año se difundió un estudio de la Universidad de Texas dirigido por el psicólogo Sam Gosling que arrojó que quienes tienen perros tienden a ser más sociables y extrovertidos, mientras que los que eligen a los gatos son más neuróticos, pero también creativos y no tradicionales. En palabras de Krieger, este tipos de trabajos “están mal planteados y no son serios, ya que neuróticos somos todos, tengamos una mascota o no”.
Ayudan en lo vincular, pero no reemplazan
“Convivir con el gato me enseñó un poco de constancia. Suelo tender a ser desordenado con mis tiempos y Gandhi me obliga a tener cierta rutina”, indicó Gabriel. Leandro, por su parte, opinó que sus tres bengalíes le enseñaron “a ser mejor novio”, en parte porque “se comportan como una chica histérica, si no les das cabida vienen, y si les das demasiada atención, se van”.
Leticia aprendió de Benito, a “no enroscarse y ser menos egoísta”. Pero si bien dice adorar a su gato, es consciente de que no reemplaza la compañía de una persona. “Es un vinculo lindo y especial, pero no deja de ser un animal, no lo humanizo ni lo trato como un bebé”, dijo.
Krieger reconoció que es bueno que “en épocas en los vínculos están intoxicados por la época, el humano acuda a los animales”, pero no aconseja para nada “sustituir un lazo humano por otro que no sea del humano mismo” y que no se debe elevar al animal a esta categoría.
Marino ve que por fuera de las personas solteras, muchas parejas adoptan mascotas como reemplazo de hijos o como experiencia previa a la paternidad. Pero según Krieger, esa conducta está contraindicada, porque “representa un traslado incorrecto”.
Por: Celina Abud