Según una orden secreta el submarino ARA San Juan debía “obtener reconocimiento preciso” y “localización, identificación, registro fotográfico/fílmico” de aeronaves militares y logística que responden a la gobernación de las Islas Malvinas y a la Real Fuerza Aérea británica.
La instrucción, rotulada como “CONFIDENCIAL” por la comandancia de la Armada, es precisa. Además de fiscalizar la presencia de pesqueros extranjeros que desarrollan su tarea comercial “fuera de las 200 millas”, la tripulación tenía la misión de realizar inteligencia sobre parte de la flota y la aviación de guerra y comercial inglesa con base en las Islas Malvinas.
El dato, desconocido hasta hoy, fue negado ante reiteradas consultas periodísticas y de los familiares de los tripulantes por el Ministerio de Defensa y por la Armada.
Fuentes militares consultadas no descartan que en el marco de dichas operaciones el buque de guerra argentino haya sido detectado fuera de la Zona Económica Argentina por naves de patrullaje británica.
De ser así, la maniobra podría haber sido interpretada como una invasión a lo que consideran una zona de conservación pesquera de las Malvinas. Esta podría ser una de las razones por las cuales el ARA San Juan era vigilado de cerca en una misión anterior por un submarino nuclear, según surge de los reportes confidenciales publicados por este medio la semana pasada.
Se desconoce hasta ahora si el capitán Pedro Martín Fernández reportó a sus superiores un contacto similar en la última navegación iniciada en Ushuaia.